Tal vez sea la palabra más desprestigiada en su versión en todas las lenguas. Suele esgrimirse como un insulto y es sinónimo de banalidad, impiedad e incluso de crueldad, sin embargo, el buen materialismo no es más que atribuir a la materia (y a sus fluctuaciones tales como la energía, la onda, la partícula) el ser la verdadera sustancia y la causa de los fenómenos.
Pocas personas emplean esta palabra en su sentido más adecuado. Decirse materialista equivale a ser una persona superficial, preocupada de las compras y ha llegado a identificarse con ser consumista.
El Mundo Material es, sin embargo, el único mundo que tenemos. No hay ninguna razón para atribuir existencia real a una sustancia distinta de la buena materia. El más serio contendor de la unicidad Mundo Material sigue siendo el Mundo de las Ideas Platónicas. Las ideas son aquellas nociones que subyacen debajo del lenguaje y que todos los mortales sin excepción sana podemos comprender. Se usa como ejemplo la idea de árbol, que no es lo mismo que la palabra ‘árbol’ si no que es aquella que noción que nos permite identificar a todos los árboles como tales por parecerse a esta noción que, sin embargo, no existe, puesto no que no hay algo así como EL ÁRBOL.
Lo contrario de la noción de idea es la noción de concepto, que pese a significar lo mismo, le atribuye a la noción conocida como idea un origen diferente: nuestras mentes extraen lo semejante de los distintos objetos y crean esta noción única que agrupa a diferentes objetos materiales. Con todo, las nociones vacías de la que está compuesta toda la matemática han llegado a parecer más difíciles de explicar muchas veces como conceptos: ¿dónde están los triángulos, las rectas, los puntos, los números? Estas nociones se llaman abstractas queriendo significar que se han extraído o abstraído precisamente de la realidad material.
Las nociones abstractas no lo son producto de la voluntad. El proceso de abstracción de formas ocurre de manera automática en todos los mortales sanos y ocurre de manera sino idéntica, al menos muy semejante, puesto que si así no fuera, entonces sería imposible la creación de un lenguaje común entre todos nosotros. Estas nociones abstractas llegan a formar, en todas las culturas, una red tan impresionante de relaciones que es capaz de reemplazar al Mundo llamado Material. Los mortales nos movemos más bien en una jungla de conceptos.
El propio dinero no es algo material, sino conceptual. Una persona que sólo se preocupa del dinero debiera ser llamada no materialista, sino algo así como “abstraccionista monetario”. Basta con cambiar de nación para darnos cuenta de que nuestro dinero local no sirve y si por alguna razón quedamos abandonado en un entorno salvaje, el dinero no será sino una mera ilusión.
El materialismo nos devuelve pues los pies a la tierra. Nos recuerda que lo único real son las cosas. Si bien las cosas están sujetas al cambio y a la corrupción, es decir, a dejar de ser (no tiene la palabra corrupción aquí sentido moral) y no son permanentes en el mundo; ello simplemente significa que ese es el modo de ser de las cosas y que lo ilusorio no son las cosas mismas, sino que la ilusión consiste en atribuirle a las cosas cualidades que no tienen.
El materialismo se revela como una visión profunda, pero es al mismo tiempo una visión amenazante: el materialismo le resta realidad a preceptos que se enuncian como reales por instituciones varias, tales como la iglesia, pero también incluso el propio gobierno o la academia. El materialismo pone en duda o simplemente niega explicaciones trascendentales, mitos fundacionales y muchas veces no ofrece respuestas en reemplazo, puesto que aún no conocemos TODAS las propiedades de la materia y tal vez nunca lo hagamos, aunque sí puede ser que nuestro conocimiento se incremente cada vez más y más.
Atenerse a lo conocido no significa negar lo que se desconoce, sin embargo, lo conocido sí puede negar proposiciones que se anuncian como portadoras de algo sabido sin ser verdadero conocimiento… o falsas. No conocer la respuesta correcta a un enigma no significa que no puedan irse descartando respuestas incorrectas paulatinamente hasta llegar a aquella respuesta correcta, por ejemplo: si tengo cuerpo sólido delante de mí, puedo descartar de plano que no está compuesto, al menos exclusivamente, de materiales líquidos.
Las visiones materialistas han sido mucho más certeras que las visiones idealistas y han descartado de plano las explicaciones llamadas espirituales o míticas. Las ideas tuvieron más sentido al revelarse como conceptos abstractos, sin embargo, la no existencia de un mundo eidético no quita realidad las nociones abstractas, que comprueban su eficacia en el contraste con la realidad.
El pensamiento, con todo, no se ha agotado y al parecer gran parte de la materia en el Universo simplemente no se conoce: por ello a gran parte de ella se le llama la Materia Oscura y ello no significa que conozcamos todas las propiedades de la “materia clara”. Fenómenos tales como la verdadera naturaleza de la consciencia continúan misteriosos, sin embargo, cualquier explicación que llegue a encontrarse de la misma –y podemos apostar a que, si no nos destruimos como especie primero, la encontraremos –será una explicación materialista, que se explique en base a entidades materiales, relaciones cognoscibles y que no incluya nociones míticas ni metafísicas.